Pequeña Historia de Navidad
Es Una Pequeña Historia de mi autoría, la compuse hace algún tiempo...
En un poste de alumbrado público se hallaba apoyado, su mirada era triste, se ocultaba de la lluvia en un techo que sin pedir tomó prestado; a ratos se juntaba los pliegues de una vieja casaca que no tenía cierre, el frío era intenso e implacable, tenía los pies casi desnudos, sólo calzaba unas ojotas de jebe; se cubría la cabeza con una gorra vieja de color rojo, muy desteñida, que ya no era roja; en derredor todo era movimiento, púes como en todo el mundo, todo es movimiento a pocos días de la noche buena; hace varios días las calles ya se habían vestido de navidad, todo parecía un interminable ir y venir de gente, sólo él estaba quieto, con la triste mirada quieta, que se hacía más triste mirando el frío aguacero.
Dejó de seguir insistiendo en cerrar la casaca que nuca iba a cerrar, se limpió de la cara algunas gotas frías de lluvia que resbalaban por sus mejillas, se llevó una mano al bolsillo y en aquel bolsillo vacío empuño nuevamente la miseria; se sacudió la casaca que estaba un tanto mojada, y no le importó la fría lluvia, y caminó lentamente mirando a la gente que iba y venía, algunos con regalos, algunos con panetones; dobló por una esquina que quedaba una cuadra más abajo del mercado, dio un giro enorme hasta la otra calle, hizo esta maniobra para evitar aquel mercado lleno de cosas, de regalos, juguetes y un inmenso mar de gente ajetreada en un ir y venir de un lado a otro comprando regalos.
A cierta distancia de su humilde casita, se sacudió nuevamente la casaca húmeda y como de costumbre hizo la maniobra de intentarla cerrar, se limpió algunas gotas que resbalaban por su cara, pero esta vez no eran frías gotas de lluvia, eran tibias gotas de melancolía; abrió su puerta, salió a su encuentro su pequeña hija de seis añitos, le dio un abrazo, se colgó de sus cuello y le beso sus húmedas mejillas, le sacudió los húmedos cabellos, y le regaló a su padre una sonrisa muy tierna, y él, se dio cuenta que la navidad también adornaba su casa en aquella bella sonrisa de su pequeña; se puso a jugar con ella y le hizo algunas cosquillas para seguir adornándose con la ternura de las sonrisas de su hija, luego pensó un instante en el mercado navideño que evitó, faltaban aún algunos días para navidad, miró a su hija y sus ojos se llenaron de las esperanzas de comprarle aún una muñeca, para intercambiarla en noche buena con una sonrisa, a pesar de que su pequeña le regalaba sonrisas sin esperar nada a cambio; se abrazaron, se dijeron muchos “te quiero”, y en aquella humilde casa se vivía el amor, se vivía la navidad en cada sonrisa que intercambiaban.
A todos desearles lo mejor con sus familias, y que esta noche buena el mejor banquete en sus hogares sean los abrazos, y los mejores adornos las sonrisas…. Y vivan siempre para amar, para regalarle lo mejor de ustedes a los que les rodean…
¡FELIZ NAVIDAD!
Kaly Carledu
Carlos Eduardo Rosas Ángeles
Grupo Literario “Elementos” – Caraz - Perú
"La historia fue inspirada una tarde de aquellas, lluviosa, cuando divisé a un señor desde la ventana del trabajo, a vísperas de navidad..."